Profeso cierta simpatía por las letras. Mi cuerpo deteriorado es muestra de mi decisión a permanecer rodeado por ellas. Sus soportes son varios, desde la hoja suelta y casi irreproducible hasta el formato electrónico que les da tanta movilidad. Mi colección es tan variada como endeble. Al tenerles dispuestas en formato, puedo o no acercarme a las que creo necesarias. Nunca por error. No es demasiado común encontrar aquellas que se dedican a sí mismas sin casi motivación carnal. Ellas son mis predilectas. Les acompaño hasta la barrancada y ahí tienen control total sobre mi. Algunas cuantas han querido ayudarme a caer. De todas ellas, ninguna es molesta.
Son las palabras de fuera las únicas que no soporto. Esas impertinentes que se sonrojan por el hecho de provenir directamente de una garganta. Me molestan las palabras que reclaman atención, que se abren paso hasta los oídos.
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